Sentía como si ya fuera la hora de cambiar de rumbo, anhelaba cambios, otros tiempos, otras nubes, y mientras seguía mirando al infinito se introducía en su propia historia. Lo que lo había llevado hasta este lugar realmente había cambiado su vida de forma radical, hacía ya tanto tiempo que no pensaba en aquel joven que comenzó a caminar una tarde y que aún hoy lo seguía haciendo. Y viendo el sol, enrojecido por sentimientos, ya no tanto siniestros, recorrió la ladera, una vez más decidió rozar aquella piel que le traía tantos recuerdos. En la piel del muchacho nacía un nuevo día, un nuevo sol, quizás un nuevo dolor. En su pelo bailaba el viento, como flamencos el tango.
Había recorrido docenas de veces el mundo, en los pueblos era conocido como el más joven de los sabios de la época, admirado y adulado, sentía ráfagas de algo que insistía querer ser felicidad. El sol inicio su ritual de fuego, sus ojos no podían ya verlo y sin saber de donde, una fuerte rabia fue naciendo desde dentro. Sentía como devoraba sus intestinos, sus pulmones, hasta calcinar al corazón. Envuelto en un espasmo de ira, cayo al suelo como si mil lingotes de plomo cayeran sobre sus hombros, y en el suelo, tan acertada como la desesperanza de los hombres sin fe, le esperaba la roca. Su canto filoso le destrozo la rodilla, y ante el chillido instintivo se hizo hacia atrás cayendo de espaldas, su columna casi fracturada y la cabeza rota y magullada.
Tuvo que improvisar con maderas del lugar, el terreno semiarenoso hubiese sido muy fácil de remover, de no ser por la pesada lluvia que azotaba el lugar, el viento, parecía lleno de ganas de destruir, provocando sonidos que helaban el alma del artesano, y entre la furia desatada, un rayo partió el árbol, arrojando al anciano como a 20 pasos. Sin la menor idea de cuanto transcurrió, abrió los ojos y todo aviso de dolor desapareció al ver una figura, borrosa y toda de blanco cerca del cuerpo del joven sabio.
Pensó que el rayo lo había matado, pero no tardo mucho en que sus huesos le recordaran el peso de sus ya avanzados años. Se arrastro hasta donde la silueta, para confirmar si el golpe le había apabullado los sesos, o en verdad había muerto. Al acercarse pareció que las sorpresas nunca terminarían, pues frente a el, estaba el espectro del joven que había desmentido al farsante vestido de sabio que en el pueblo, tanto lo había desilusionado.
Entonces con un grito ensordecido por la lluvia salvaje comprendió a quien le pertenecía el cuerpo sin latidos. Y dijo:
- ¡Tu, Tu, Tu! lo tenias todo, eras sabio y respetado, si tu así terminaste, ¿que será de este pobre forjador de barro?
- ¿Cómo he de sobrevivir yo en medio de la desagradecida naturaleza? ¿Cómo después de ver esto podré confiar en lo que me rodea?, ¡no es justo!... La blanca figura que lo observaba esbozó una media sonrisa, sus ojos veían al anciano como si lo abrazara con la mirada. - Si entendieras a quien condenas no te atreverías a decir esas palabras- expresó aquel curioso personaje
- No te das cuenta que nuestro mundo es regido por ella, y que a quien consideras sabio no es simplemente mas que un devoto de ella. Para conocer de todo siempre es bueno conocer de uno mismo. No te aflijas, sabios serán pocos, pero muchísimos menos serán aquellos que aún después de la muerte sepan decir: siempre me gustaron las tormentas y esta es la más hermosa de todas.
Laura/Avril/Alguien
3 comentarios:
definitivamente, la grandeza de Dios, es increible y no se compara, observa las palabras que dice, y la naturaleza es una de las bellezas en nuestras vidas que Dios nos ha dado, y muchos la daldicen.
Espero que asi como apreciamos la naturaleza que viene de DIOS, hagamos que ese aprecio sea mas directo hacia EL.
Bendiciones!!!
bye
El mundo está regido por ella, por la gran madre naturaleza.
Que hermoso, me transporté a aquel lugar, pude sentir las gota de agua sobre mi rostro, mientras me convertía en expectadora de tan magnifica escena.
Dios los bendiga a los tres.
Excelente post!
wao!!! muy profundo, preciso y en parte metaforico me gusto mucho, hay que saber sacar el aprendisaje de las cosas
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