A veces, nosotros, los humanos, pasamos la vida entera esperando a que el amor venga y nos arrebate. La mayoría de las veces lo pensamos demasiado y lo dejamos ir, otras veces simplemente no lo dejamos ser. Mientras, pensamos que el amar no se hizo para nosotros y que la vida no se apiada de nuestros sentimientos aún cuando nos ve solitarios y dispuestos. Preferimos dejarlo esperando hasta que nuestra mente concuerde con el corazón... al menos yo siempre lo he preferido así.
Sin embargo no puedo decir que haya algo que se sienta mejor que el amor, sea como sea, venga de quien venga, si estamos dispuestos a aceptarlo. Él, que tiene en si mismo su fin, nos mueve el piso, nos cambia de idea, ya lo diría San Agustín: "Mi amor es mi peso; por él soy llevado adondequiera que soy llevado" y creo que tenía mucha razón.
-Tu espacio en mi corazón es algo que te he dado, no porque te lo hayas ganado, sino porque no puedo evitarlo, mas aunque se que no lo estás, te advierto no te enamores de mí- musitó ella tímidamente - te haré sufrir sin que lo quiera, y lo siento no es una palabra que valga la pena a la hora de amar...aún no es tiempo. Él la miró a los ojos, deseando que este momento se borrara de la historia y pudieran dar marcha atrás a lo que hacía un rato se confesaban a corazón abierto...ella puso la cabeza sobre su hombro y miraron largo rato la naturaleza que les rodeaba (o sentían como la naturaleza los miraba a ellos) hasta que cayó el sol.. "Como gasto papeles recordándote, como me haces hablar en el silencio, como no te me quitas de las ganas... y como pasa el tiempo que de pronto son años, sin pasar tú por mi, detenida..."
...y así se va el tiempo de los que aman, sin dejar que el amor hable por sí mismo, por pensar que es soberbio e inoportuno y obligan al corazón a esperar...y obligamos al corazón a esperar aunque el amor está tan orgulloso de sí que se nos nota aún si tratamos de impedirlo a toda costa. Veremos que pasa al final con los dos... la mente y el corazón.