domingo, agosto 26, 2007

Elmusi

Ojos tristes aquellos. Negros, negrìsimos. Con la piel marcada por completo, como si hubiera trabajado la caña con los poros de su piel, negra tambièn, negrìsima. Ni siquiera me miraba... miraba el infinito, o talvez a las paredes que nos rodeaban, llenas de de filtraciones y con la pintura peleada por el tiempo. De todas maneras le sentìa... su angustia, el horror que mostraba cada vez que le movìan, su desgano.

Talvez ni pensaba en la vida. Digo talvez porque nunca pronunciò palabra en todo el rato en que le acompañè. Su cuerpo solo estaba ahì. Su cadera lastimada le impedìa moverse. Aunque no creo que hubiera querido moverse tampoco. Estaba tan ausente que no reaccionò ni siquiera cuando pellizcaron su piel y pasaron una jeringa a traves de ella.

Me daba pena el que estuviera solo. Sufriendo un tiempo indefinible, pero ciertamente corto ante mis ojos. Sus arrugas no podrìan negarlo... pero sus ojos, negros, negrìsimos... Es que me desgarrò el alma aquella mirada triste, anhelando morar en un lugar mejor que las hediondas habitaciones del hospital que lo albergaba. ¡Uuuuy!; encontrado con las manos en movimiento sobre èl, se escuchò en todo el pasillo. Allì entre vendajes, camillas vacìas, recetarios, gente de bata blanca y gritos de desesperaciòn dejè a Elmusi.
Sòlo que nunca pude averiguar si aquellos gritos eran por èl.

3 comentarios:

In dijo...

Uao querida Laura, me transporté a esa hedionda sala de hospital, gran realidad de muchas almas necesitadas, en ocasiones deseando estar en mejor lugar al lado del altísimo, como si estuviera esperando el llamado del padre.
Un abrazo y bendiciones,

Joan Guerrero dijo...

Al menos pudo conectarse contigo... tenía otros ojos para al menos no sentirse solo entre las paredes de ese hospital.

Obviemos los gritos, preocupémonos por él.

Ariel Santana dijo...

yo también me transporte y me llenó de pena